En primer lugar, no sé si esta actitud desafiante hacia las
fechas de caducidad es aconsejable viniendo de la máxima autoridad española en
materia de alimentación. Estas afirmaciones pueden sembrar dudas en los
consumidores acerca de la fiabilidad de los controles sanitarios y provocar que
algunos productos sean consumidos cuando puedan suponer un riesgo para la
salud. No dudo que las fechas tengan un margen de seguridad, pero hay que
manejar este aspecto con cuidado.
En segundo lugar, estas declaraciones traen a la memoria la propuesta de Grecia del pasado mes de octubre, de reactivar una antigua norma que
autoriza la venta de productos caducados a un precio inferior. Sin embargo, el
decreto heleno no incluía la carne y los lácteos, por lo que las palabras de
Arias Cañete serían aún más controvertidas.
La idea griega es que los productos cuya fecha de caducidad
especifica el día puedan venderse una semana más; los que marcan el mes,
durante treinta días y los que indican el año, durante tres meses. Esta medida
de Grecia se motivó en el intento de controlar la escalada de precios en un
entorno económico caótico, así como facilitar el acceso a alimentos básicos de
las personas con menos recursos.
El consumo responsable es fundamental para el futuro del planeta, el capitalismo lleva a comprar de forma desmesurada sin pensar en la cantidad de alimentos que terminan en la basura porque no se han consumido a tiempo o, lo que es peor, aun estando en buen estado.
La idea de vender alimentos caducados es mala y conlleva
riesgos si no se hace de forma controlada. Si toda la cadena, desde los
productores hasta los consumidores, pasando por tiendas, bares, restaurantes,
hoteles… actúa de forma responsable, se puede evitar llegar a ese punto, de
forma que los alimentos nunca caduquen en el estante de un supermercado o en la
despensa de una vivienda.
La propuesta española incluye revisar el proceso de
etiquetado y envasado de los productos, de forma que se pueda aumentar el
margen de consumo que actualmente marca la ley (28 días, por ejemplo, para los
yogures) y los alimentos puedan tener una vida útil más larga. Es decir,
básicamente lo mismo que en Grecia, pero sin que tengamos la mala sensación de
estar consumiendo productos caducados.
Tal vez Arias Cañete piense que sus comentarios justifican
la revisión de la ley y que animar a la gente a consumir productos caducados
resulta beneficioso, pero nada más lejos de la realidad. Lo que yo veo es al
ministro de alimentación manifestando públicamente que no compra los alimentos
de forma responsable, permite que se le caduquen en el frigorífico y, para más
inri, aún así se los termina comiendo. ¿Por qué no fomentar el consumo responsable? Si el señor
ministro comprase menos yogures, una cantidad coherente con el consumo que se
realiza en su hogar, no se le caducarían.
La compra descontrolada de alimentos es la primera causa de que muchos acaben en la basura tal y como salieron de fábrica.
Revisar las caducidades de los alimentos vendría a ser algo
así como bajar los requisitos para aprobar con el objetivo de que haya menos
suspensos en los colegios o aumentar el límite de velocidad en las carreteras
para reducir el número de multas por ese motivo. ¿No sería mejor una mejor
formación para los alumnos y una mayor concienciación para los conductores? Al igual
que fomentar el consumo responsable, es mejor atajar el problema en el origen.
Por lo tanto, el mejor consejo que se puede dar a los
ciudadanos es que sean responsables cuando acuden a las tiendas, calculen los
alimentos que tienen en casa y las previsiones de consumo y realización de
próximas compras y, con toda la información disponible, hagan una compra
coherente.
Medidas como alargar la fecha de consumo de los productos no
pretenden más que mantener el sistema actual, el capitalismo y el consumismo
como bases de la sociedad. Como ya he comentado en alguna que otra entrada, los
problemas ambientales vienen derivados de la forma de vida que tenemos los
seres humanos e intentar mantenerla en los mismos cauces no solucionará nada. O
cambiamos, o nos vamos a pique…
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