En la Semana Europea de la Movilidad no viene mal hablar sobre
movilidad sostenible, saludable y segura de camino a la escuela (este término no me lo he inventado yo). La idea es reducir esa dependencia casi enfermiza
del automóvil para pasar a otras formas de transporte más tradicionales y
ecológicas, como la bicicleta o, sí, eso a lo que tanta gente teme: caminar.
Ahora que llega la patrocinada Vuelta al cole, no es mal momento para analizar
este aspecto: ¿realmente tenemos ese problema en nuestra sociedad?
La respuesta debería ser unánime: sí. Voy a poner un ejemplo
cercano: mi colegio. Lo tenía a apenas un par de minutos andando desde mi casa,
por lo tanto ese fue siempre mi medio de transporte. Tanto a la hora del
comienzo de las clases como, sobre todo, a la salida, la aglomeración de
chavales era importante, todos corriendo de un lado para otro, gritando, en
grupos, jugando, riendo, en resumen, ejerciendo esa actividad tan importante
desde que somos pequeños: las relaciones sociales.
En la actualidad, cuando uno pasa cerca de un colegio a la
hora de salida, el panorama no tiene nada que ver: suele haber uno o dos
policías dirigiendo el tráfico y, en muchos casos, cortando las calles
aledañas. Los alrededores del centro están llenos de coches, principalmente
todoterrenos o monovolúmenes, enormes automóviles que aparcan en esquinas, subidos
en aceras, invadiendo zonas peatonales o reservadas a minusválidos y
entorpeciendo la marcha de los (escasos) viandantes.
Una gran parte de estos vehículos tienen en su interior a una
madre o un padre esperando con cara de aburridos, fumando, escuchando la radio
o jugando con el móvil, hasta que por la puerta trasera se monta un niño o una
niña que miran con cara de nostalgia al resto de compañeros para emprender un
viaje motorizado hasta el domicilio que no suele superar los cinco minutos.
¿En cuánto tiempo se transforman esos cinco minutos si se hacen a pie? Teniendo en cuenta que la circulación es totalmente urbana, restando el tiempo de atascos, semáforos, stops, pasos de peatones y demás situaciones en plena hora punta... Seguro que en unos quince minutos se puede llegar caminando al domicilio. Y si hablamos de chavales rebosantes de energía... Puede que sean diez.
¿En cuánto tiempo se transforman esos cinco minutos si se hacen a pie? Teniendo en cuenta que la circulación es totalmente urbana, restando el tiempo de atascos, semáforos, stops, pasos de peatones y demás situaciones en plena hora punta... Seguro que en unos quince minutos se puede llegar caminando al domicilio. Y si hablamos de chavales rebosantes de energía... Puede que sean diez.
También me parece muy sorprendente que hasta los padres
hayan perdido la capacidad de relacionarse, puesto que todos recordamos que
ellos también lo hacían, reunirse delante del colegio, charlar, hacer
amistades, comentar los asuntos escolares... Mientras nosotros terminábamos las
clases. Pero ahora muchos permanecen en sus vehículos, perdiendo esa
oportunidad. En definitiva, de camino al colegio hemos perdido la ocasión de
hacer amigos, caminar, pasear, ir en bicicleta, que los padres se conozcan...
Apenas estamos empezando la temporada, aún se están
disputando las primeras jornadas de la liga de fútbol, los niños acaban de
volver al colegio, mientras que los más mayores aún andan en periodo de
matriculaciones y reclamaciones, sigue habiendo personas que no se han cogido
las vacaciones en el trabajo y los quioscos ofrecen los primeros números de la
habitual variedad de colecciones para intentar cumplir los propósitos del final
del verano. Es el momento perfecto para plantearse nuevos retos, cambios de
estilo, pequeñas modificaciones en nuestra conducta que nos hagan capaces de
diferenciar este septiembre del vivido hace un año.
¿Os animáis a ese gesto, a plantearos el cambio que os haga
sentiros orgullosos de vosotros mismos? Cada uno de nosotros disfrutará de su
revolución personal y entre todos contribuiremos a hacer el mundo un poco más
confortable.
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