El motivo por el que un producto financiero se ha ganado el prefijo
eco es porque aplica un diferencial distinto en función de la certificación
energética de la vivienda sobre la que se va a aplicar. Esto es, si la vivienda
tiene la mejor certificación, la persona que pretenda adquirirla podrá
disfrutar del diferencial más bajo, con lo que pagará menos intereses que
aquellos que tengan una calificación peor.
La idea es original y positiva para el medio ambiente puesto
que hará que los compradores de viviendas se preocupen por la certificación
energética de la que vayan a adquirir. Un porcentaje menor de intereses puede
ser un factor determinante a la hora de elegir domicilio, no hay más que ver la
cantidad de problemas que han dado las hipotecas desde que se empezaran a
repartir como caramelos en un cumpleaños durante la bonanza económica.
Muchísimas personas han perdido sus viviendas y se han visto arruinados y esto
ha logrado que los compradores sean mucho más minuciosos a la hora de elegir el
crédito.
Sin embargo, cabe plantearse si realmente un producto financiero
puede ganarse el prefijo eco. Cuando pensamos en ecoproductos, lo primero que
se nos viene a la mente son los huertos ecológicos, aquellas frutas, verduras y
hortalizas cultivadas con manejos tradicionales, sin aditivos ni productos
químicos y que suelen poseer un sabor excepcional y unas cualidades naturales.
Los intereses de esta hipoteca se aplican en función de la certificación energética de la vivienda. |
Además de los productos que directamente salen del huerto,
otros que requieren procesos de fabricación también pueden calificarse de
ecológicos si siguen unos estándares, como la mermelada, el vino, el aceite y
similares. También sería de aplicación el término a la ropa producida a partir
de cultivos ecológicos de algodón y otras fibras. Todo esto tiene su lógica,
pero… ¿una hipoteca ecológica?
En este caso hablamos de un producto financiero, una
transacción de dinero entre dos partes que enriquece a una mientras que la otra
intenta empobrecerse lo menos posible. ¿Qué aspecto ecológico podemos incluir
en ese proceso? El cobro de intereses en función de la calificación energética
de la vivienda parece cogido con pinzas… Es como si al comprar acciones de una
compañía energética dijéramos que estamos haciendo una ecoinversión o comprando
ecoacciones.
Otorgar el prefijo eco a productos que no tienen nada que
ver con una actitud ecológica hace perder valor al término. El ciudadano que ya
ha entendido lo que es un ecohuerto o un vino ecológico se confundirá al ver
anunciada la ecohipoteca o pensará, lo más normal, que le ponen el término eco
a cualquier producto, por lo que tomará menos en serio otras propuestas que
realmente se han ganado ese calificativo. ¿Algún ecocomentario al respecto?
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