El 3 de agosto de 2032, tal día como mañana pero dentro de
20 años, tiene lugar la acción de Demolition Man, filme entre la utopía y la
distopía de 1996 que protagonizan Sylvester Stallone, Wesley Snipes y Sandra Bullock. La película describe un mundo futurista con algunos detalles
ciertamente interesantes.
En primer lugar, hay que destacar que el planeta parece
haberse reducido a 3 ciudades: Santa Bárbara, Los Ángeles y San Diego, en el
estado de California, en la Costa Oeste de los Estados Unidos. En 2010,
pronostica el guion, hay un terremoto de consecuencias catastróficas que cambia
el devenir de la humanidad, que había entrado en una espiral de violencia y
disturbios incontrolable. Las tres ciudades se fusionan en una sola, que recibe
el nombre de San Ángeles. No hay ninguna mención al resto de la humanidad…
Desde entonces, la sociedad se transforma en un idílico
mundo lleno de bondad, completamente sostenible y en el que los policías
persiguen a violadores del toque de queda y cuentachistesverdes, ante la
ausencia de delincuentes de la vieja escuela.
Al margen de la trama de la película, muy recomendable para
los amantes del cine americano de acción descontrolada, peleas, disparos y
chascarrillos, la cinta deja toda una serie de detalles que la han convertido
en referente del cine de ciencia ficción. Merece la pena comentar algunos.
Todos los vehículos de la película son eléctricos. Son
modelos pequeños y compactos, algo que sin duda llamaría mucho la atención en
la sociedad americana de mediados de los 90, tan acostumbrada a los enormes coches
a gasolina. No desentona tanto en la actualidad, donde la primera potencia
mundial se va pasando al modelo europeo, a los automóviles utilitarios y
urbanos, con motores que maximizan la relación prestaciones/consumo, y la
sociedad europea, por su parte, va inclinándose por el vehículo eléctrico.
Así son los vehículos de la policía de San Ángeles en 2032. |
Los automóviles de San Ángeles son verdaderos ordenadores o,
como dicen en la versión doblada de la película, “computadores”. Reconocen al
conductor nada más sentarse al volante y ajustan los parámetros del coche a sus
características. Ofrecen distintas posibilidades que, hoy por hoy, no pasan de
proyectos o simples teorías, como el piloto automático o la posibilidad de
autoinflado de los neumáticos, una herramienta que en el filme funciona a las
mil maravillas, puesto que es capaz de reparar la rueda tras haber recibido un
disparo. Estas opciones se activan por voz, con las órdenes adecuadas dadas por
el piloto.
Las puertas se abren con el sistema de ala de gaviota,
popularizado en 1952 por el Mercedes 300 SL, algo que podría parecer muy
futurista en 1996. Sin embargo, 16 años después y con tantos coches eléctricos circulando
por nuestras ciudades, las alas de gaviota siguen sin popularizarse, excepto
para algún que otro modelo exclusivo o en el cine.
Las viviendas también parecen tener un componente ambiental,
ya que los protagonistas tienen su apartamento en enormes edificios autosuficientes
donde viven miles de personas. Los pisos son de reducido tamaño y aprovechan al
máximo el espacio; como punto destacable, disponen de una avanzada domótica que
se activa por voz.
Es curioso cómo está popularizada la activación por voz. En
los dispositivos portátiles que usa la policía, en ordenadores, teléfonos
(todos con videollamada), vehículos y otro tipo de terminales, todas las
órdenes se activan de esa manera pero, a lo largo de la cinta, no se ve una
sola pantalla táctil. En este aspecto no fueron muy visionarios, aunque quién
sabe si dentro de 20 años no será la voz más popular que el tacto a la hora de
manejar aparatos electrónicos.
También llama la atención el sistema de pintadas callejeras.
La facción rebelde de la ciudad hace los grafitis en paredes metálicas con un
complejo sistema de autolimpiado, que parece funcionar con descargas
eléctricas. En cuestión de segundos, se produce la gamberrada y se limpia el
muro pintado, de forma que la destrucción del mobiliario urbano por este motivo
deja de tener sentido.
Otra actividad que está completamente informatizada es la
comercial, ya que el dinero se ha eliminado y todas las transacciones
económicas se realizan virtualmente. Esto, hoy por hoy, es factible, ya que las
tarjetas y las compras por internet están por completo arraigadas en nuestra
sociedad y no parece que la tendencia vaya a invertirse.
Para el final he dejado el aspecto más claro de ciencia
ficción del filme, la criostasis. Es la esencia de la trama y algo que ya se
practica en el presente de la película, 1996. La condena a muerte ha sido
sustituida por el encierro en crioprisiones, con sentencias de varios decenios
en los que el preso permanece congelado. Durante ese tiempo, y como parte del programa de rehabilitación, un software informático introduce a los reclusos las habilidades para las que ha determinado que están más capacitados, en base a sus aptitudes. Quizás sea una versión beta que aún
necesita ser pulida, puesto que concluye que la profesión ideal de Stallone es
modista.
Tras varias décadas, los presos tienen vistas para su
libertad condicional, para las cuales son descongelados y les conceden una
pequeña entrevista con el alcaide de la prisión. Los delincuentes se despiertan
de bastantes malos humos, algo lógico por otra parte, y sin aparentes secuelas
que uno podría imaginar si pasa 40 años congelado y sin cambiar de postura.
Aún quedan 20 años para comprobar si el resto de los
detalles que sugiere esta historia para el futuro son reales, pero algunos como los
vehículos eléctricos, las videollamadas o el sexo virtual ya están sobradamente
expandidos. Otros, como la activación por voz de los aparatos electrónicos, las
sociedades totalmente pacíficas o el hecho de que todos los restaurantes sean
Pizza Hut parecen más complicados. Lo que sí podemos asegurar es que en 2010 no
hubo ningún gran terremoto que cambiara el futuro del planeta.
Uno de los principales enigmas de la película es la utilización de estas tres conchas marinas, que están donde debería encontrarse el papel higiénico. |
Recomiendo esta película donde, al margen de la acción, destaca la descripción detallada de un mundo futurista y ciertamente utópico. Hay muchas más curiosidades que podría contar, como el funcionamiento de las tres conchas que sustituyen al papel higiénico, pero no quiero desvelar todo el argumento.
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