El pasado miércoles 17 de octubre se celebró en
La Casa Encendida de Madrid el seminario “El Río+20 que nos lleva: ¿es ese el
futuro que queremos?”, organizado por la Fundación IPADE, Unesco Etxea y
Coalición Clima y al que tuve la suerte de asistir. La jornada fue estupenda,
no solo por la buena organización, sino también por los interesantes temas que
se trataron. En esta entrada voy a intentar plasmar las primeras conclusiones
que me traje de allí, pero habrá más que iré presentando en los próximos días.
El tema central del evento era
Río+20, la cumbre celebrada en junio en la ciudad brasileña de Río de Janeiro,
el nuevo marco que supone y las ideas que se pueden extraer. Sobre la mesa, por
encima de todo, el concepto de economía verde, el nuevo paradigma del
capitalismo ante los problemas ambientales y que viene a sustituir al
desarrollo sostenible.
El día comenzó con la charla
entre Juan Luis Sánchez, subdirector de eldiario.es y Jeromo Aguado, de
Plataforma Rural y que se autodefine como campesino de los de toda la vida, de
su pueblo de Tierra de Campos, esa bella comarca de la provincia de Palencia.
Aguado es uno de los principales defensores de La Vía Campesina, un movimiento
rural internacional que defiende los valores del campo y de su gente, y mostró
sin complejos y desde el primer momento la idea que venía a defender. Lo hizo
bien, de una forma amena y distendida, exponiendo sus argumentos y haciendo
propuestas.
Jeromo Aguado se refiere al Primer Mundo como "el mundo de los de la barriga llena".
Entre sus alegatos, claramente en
contra del capitalismo y el neoliberalismo y a favor de la vida campesina, la
inutilidad de la convención de Río de 1992, que aportó a la humanidad el
término “desarrollo sostenible” como si de una panacea se tratase, consiguiendo
que se hablara de ello durante los siguientes veinte años, hasta hoy, pero sin
lograr resultados concretos. Ahora teme que empecemos una nueva era en que solo se
hable de economía verde, aunque sin diferentes resultados.
El modelo actual, según Aguado,
ha golpeado duramente a la agricultura y a la vida rural. Como ejemplo, explicó
que en su región ya no hay cereales y leguminosas, que han sido sustituidos por
semillas que se fabrican de manera industrial y de las que ahora dependen los
campesinos de Palencia. También mencionó los biocombustibles en su vertiente
negativa: el abandono de tierras donde se cultivaban alimentos para dedicarlas
a estas nuevas plantaciones, donde se utiliza una gran cantidad de productos
químicos que contaminan el suelo. Otro golpe del sistema al mundo rural es la
nueva gestión privada de recursos naturales como el agua, los bosques o las
mencionadas semillas.
Los campesinos del mundo solo tienen un enemigo: el modelo neoliberal.
Desde luego, al representante de
Plataforma Rural no le falta ni pizca de razón al afirmar que la economía verde
es un simple lavado de cara del neoliberalismo, que pretende introducir el
medio ambiente en las leyes del mercado, seguir alimentando el mito del
crecimiento ilimitado pero pintándolo de verde. Son ya veinte años haciendo
creer que están solucionando los problemas, utilizando los mismos mecanismos
que los crearon, mediante una potente herramienta, el lenguaje, capaz de
disfrazar malas intenciones de bellos propósitos.
¿Cuáles son las propuestas de
Plataforma Rural?
Jeromo propone un cambio de
paradigma que implique menos desarrollo y más ruralidad. En este punto es donde
empiezo a no estar de acuerdo con su planteamiento de forma global, aunque sí
con muchas de las ideas que expresa.
La primera, que veo necesaria y
fundamental, es el reencuentro: del ser humano con la naturaleza, los
campesinos y su cultura. Desde luego, el excesivo urbanismo de la sociedad moderna
no es beneficioso en tanto en cuanto hace perder los valores naturales, pero la
idea de volver al campo que propone Aguado tampoco la veo necesaria, al menos
en el extremo que da a entender. La teoría de que las sociedades antiguas, que
no tenían tecnología ni industria, no contaminaban, es una lacra para los
planteamientos ecológicos de la actualidad.
¿Acaso Egipto, Roma o Grecia no
provocaron ningún daño al medio ambiente? Ya expliqué el caso de la Isla de Pascua que, aunque ahora parece que fue más un problema de especies invasoras
que de agotamiento de los recursos, no deja de ser un ejemplo de una
civilización que conquistó un territorio virgen y lo destruyó por completo. Por
eso, renunciar a las bondades de la sociedad moderna, al menos en su totalidad,
no creo que sea la solución para la crisis ambiental.
El ser humano puede vivir sin ordenadores o sin petróleo, pero no sin alimentos.
Aguado utiliza aquí una frase
demoledora que provoca escalofríos en Juan Luis Sánchez: el hombre es capaz de
vivir sin petróleo y sin ordenadores, pero jamás podrá hacerlo sin alimentos.
De acuerdo, es obvio que la sentencia es completamente verdadera, pero eso no implica
que sea válida. Nuestra especie ha vivido la mayoría del tiempo sin petróleo ni
ordenadores, es cierto. Añado: si ahora mismo ocurriera una catástrofe global,
como en la nueva serie de ciencia ficción de la NBC Revolution, donde la
humanidad tiene que aprender a vivir sin electricidad, mal que bien nos
seguiríamos abriendo camino. ¿Pero es esa una solución viable para la crisis
ambiental?
No, no lo es, como tampoco lo son
los otros dos planteamientos significativos de su propuesta: decrecer y
desaprender, es decir, vivir con lo imprescindible y olvidar que el crecimiento
y el consumo pueden ser ilimitados. En general, creo que nunca es positivo borrar
de la memoria nada, que todas las vivencias nos deben aportar la base de
experiencia necesaria para continuar mejorando; por lo tanto, nunca podré estar
de acuerdo con desaprender. Hay que tener siempre presentes los fallos que se
han cometido para no recaer.
Por otro lado, el decrecimiento,
entendido como renunciar a todo aquello que no sea una necesidad básica, no
sería factible ni aconsejable. Es volver al ejemplo de las antiguas
civilizaciones. No rechazo que algunas de las comodidades que disfrutamos ahora
y que suponen un fuerte gasto de recursos no pudieran ser suprimidas sin el
mayor impacto para la calidad de vida de las personas, pero otros avances han
supuesto grandes ventajas para la humanidad y no habría que eliminarlos sino
gestionarlos de una forma correcta.
Uno de los conceptos más
interesantes de La Vía Campesina es el de soberanía alimentaria, que defienden
como una propuesta política que reivindica los derechos a decidir qué se quiere
producir en cada territorio, lo que supone recuperar la tierra por parte de
quien la trabaja. Además, propugna el establecimiento de una relación directa
entre los productores y los consumidores y señala que los planteamientos
políticos de la Unión Europea, como la Política Agraria Común, son lacras para
el mundo rural.
Desde luego es un enfoque muy
interesante tanto para los valores que defiende Plataforma Rural como para el
intento de atajar el problema ambiental del planeta. Tal vez no fuera posible
conseguirlo a escala global, pero si una mayoría de la población tuviera esta soberanía alimentaria, los beneficios ecológicos serían
notables.
El 15M es una esperanza para la vuelta a lo rural, pero los movimientos aún no han conectado.
Preguntado sobre los movimientos
sociales actuales, como el 15M y toda su extensión, especialmente el movimiento
Toma la tierra, Aguado dice que es una esperanza pero que aún no se ha
producido la conexión necesaria entre ambas ideologías. Jeromo afirma que la
gente del campo es recelosa con los que quieren volver desde la ciudad y
que, además, no se produce la sinergia necesaria entre los dos mundos: los
urbanitas que intentan reconvertirse a la ruralidad no suelen aceptar los
consejos de quienes han vivido toda la vida en el campo y eso es un lastre para
el objetivo de La Vía Campesina.
Mis conclusiones
Jeromo Aguado no me convence en la
totalidad de su propuesta alternativa al modelo neoliberal, al que califica como
único enemigo de los campesinos. Creo que renunciar drásticamente a todo lo que
ha conseguido el capitalismo no es la solución, ya no porque pueda o no dar
resultado, sino porque lo veo como algo tan irrealizable que el solo hecho de
plantearlo me parece una pérdida de tiempo. Es una propuesta radical y extrema.
No obstante, aporta muchas ideas que pueden ser utilizadas. Me quedo, sobre
todo, con el reencuentro del ser humano con la naturaleza, que puede hacernos
cambiar de opinión, reflexionar, que es una de las necesidades más urgentes de
la sociedad actual.
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