Ayer, 14 de octubre de 2012, el austriaco Felix Baumgartner saltó desde una altitud de casi 39.000 metros, adonde llegó en una cápsula ascendida
gracias a un globo de helio. De esta forma, batió varios records, entre ellos
saltar desde la mayor distancia alcanzada en la estratosfera y superar, en
caída libre y sin ayuda de ningún propulsor, la barrera del sonido. Este logro
es ya un hito en la historia de la humanidad, aunque ayer no todas las personas
lo vieran de la misma manera.
Las redes sociales fueron el lugar de encuentro de todos los
ciudadanos del planeta que estaban siguiendo el evento. Hubo muchas opiniones,
como siempre, a favor y en contra. Entre las opiniones positivas, se valoraba
la hazaña conseguida por Baumgartner y el intento de superación de los límites
humanos. Entre las negativas, se cuestionaba la utilidad de este proyecto y el
patrocinio del mismo por parte de una empresa privada, que según los
detractores le restaba rigor.
En mi opinión, la de ayer fue una hazaña impresionante, donde el
ser humano volvió a poner a prueba sus limitaciones y, como tantas veces, las
superó. En concreto, fue este saltador austriaco que le echó el pundonor necesario para asomarse a casi 39 kilómetros de altura, desde donde comprobaba
perfectamente la curvatura terrestre, y saltar al vacío. Además, como la
primeras misiones al espacio o a las profundidades marinas, demostró que podemos
llegar a aquellos lugares que parecen inaccesibles.
En cuanto a las críticas, la utilidad de este experimento, por si
superarse o romper los límites no es suficiente, también está relacionada con
la investigación, puesto que, según afirma la página web de Red Bull Stratos,
nombre del proyecto, el salto también servirá para tomar numerosos datos de los
límites de la atmósfera que avancen en el desarrollo de futuras misiones
espaciales (con énfasis en los trajes) y otras investigaciones de carácter médico
y científico. La cápsula en la que viajaba el saltador recopiló una gran
cantidad de información que será útil para el avance de la humanidad.
De la parte económica se encargó Red Bull, el gigante austriaco de
bebidas y tan aficionado a financiar deportes extremos (y, por otra parte, habitual soporte de Baumgartner). ¿Acaso había otra posibilidad? No está de más recordar
que patrocinar significa poner el dinero, pagar los gastos para posteriormente
amortizarlos en publicidad. ¿Qué organismo público podría haber financiado un
proyecto así? ¿Una universidad, un gobierno, un organismo científico? No,
probablemente ninguno de ellos.
De hecho, imaginemos por un momento que el hombre, a día de hoy,
15 de octubre de 2012, no hubiera llegado al Polo Sur, coronado el Everest ni
pisado la Luna. ¿Cómo creéis que sería el evento? Yo imagino a Neil Armstrong
con un traje de Red Bull parecido al de Baumgartner, a Mallory e Irvine con el
logotipo de Monster en sus chaquetas o a Roald Amundsen llegando al Polo Sur
con tecnología de Apple.
De hecho, si retrocedemos más en el tiempo, el proyecto de Cristóbal Colón
para descubrir una ruta alternativa a las indias, que no encontró recursos
económicos en Italia pero sí en los reyes españoles, hoy en día habría sido
financiado por un conglomerado de empresas multinacionales que hubieran llenado
de logotipos y pegatinas las velas de sus carabelas.
El capitalismo y el sistema político que gobiernan el mundo rico
hace que casi todos los proyectos científicos y de investigación tengan que ser
costeados con dinero privado que, siguiendo su filosofía, tendrá que obtener su
recompensa. Ayer, los logotipos de la firma de Austria podían verse dentro y
fuera de la cápsula, en el traje del intrépido Baumgartner o en su paracaídas,
pero ello no creo que tuviera ninguna influencia en el resultado final, si
exceptuamos una mayor cobertura y notoriedad, que no tiene nada de negativo.
Por lo tanto, no veo ningún inconveniente en que Red Bull haya
pagado este evento, porque es posible que, de otra manera, no hubiera podido
desarrollarse con éxito y quién sabe si esta y otras empresas llevadas a cabo
no puedan convertirse en un punto de inflexión en la historia de la humanidad,
al igual que lo fueron la expedición de Colón o el viaje a la Luna, entonces
financiados por organismos públicos.
La cápsula en la que subió Felix Baumgartner hasta la estratosfera. |
No nos queda otro remedio que seguir avanzando en el conocimiento
humano, lo que conlleva experimentos, expediciones y hazañas de este tipo,
porque estamos sumidos en una grave crisis global, no hablo de la económica
sino de la ambiental, y el planeta necesita nuevos estímulos, formas de pensar
y rumbos que puedan dar un giro a la situación. Esperemos que estos actos sean
por el bien de la ciencia y de la supervivencia de nuestra especie. Además, las
pocas veces que el capitalismo quiera hacer algo que beneficie a la humanidad o a
la ciencia, no las podremos desaprovechar.
Superación: Felix Baumgartner batió ayer varios records,
como romper la velocidad del sonido sin necesidad de propulsión, aunque no pudo
batir uno de los objetivos, el de mayor tiempo en caída libre, pero se quedó
cerca. Sin duda, para el hombre que se asomó al planeta desde 39 kilómetros de
altura y saltó sin pensárselo dos veces, superación es una palabra que se queda
corta.
Ciencia: la cápsula recopiló información para posteriores
estudios. Sobre todo, el salto servirá para perfeccionar los trajes espaciales,
ya que se podrá estudiar el comportamiento del que ayer llevaba el saltador,
una vez salió al exterior.
Espectáculo: el Red Bull Stratos fue todo un baño de masas para la empresa de Dietrich Mateschitz,
acostumbrado a patrocinar eventos extremos relacionados con la escalada, los
saltos, las pruebas de resistencia y el mundo del motor. Red Bull ha invertido cerca de 50 millones y ya ha recaudado más de 100.
Excelente explicación del acontecimiento.
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